domingo, 9 de mayo de 2010

Navarino y los aristo-cats


Con ganas de salir del frustrante tema. Entre tanta y tanta secuela de terremotos, maremotos insulares y réplicas, ayer pillé a mis padres cometiendo un acto de traición hacia la pura y total negritud gatunesca. Estaban, a media tarde, viendo una de las películas menos gatunas -con gatos- de la historia del cine popular. Gozaban en frente de la pantalla del computador viendo gatos elegantes, de raza y pura sangre. Completamente lo contrario a lo que soy yo y mi hermana Imer. Negros, gordos, feos (sin pata) y de isla pueblerina, de baja calaña y poco habitada por hombres y gatos. Lo peor es que en esa película todos eran como sacados del epicentro de la mitología blanca. La guapa y educada “Duquesa”, madre de tres gatos de poco mundo, en vías de educación total, tocadores de música clásica y pintores a lo Toulouse Lautrec. Unos franceses de principios del siglo pasado más cuicos que no se qué. Su dueña -gatuna ferviente- una vieja más pirula y parada que cuidaba a sus críos-niños como si de hijos naturales de tratara. Además, una película de Disney ¡guácala! de esas que tratan de convencer a la gente que lo que ellos dicen y plantean socialmente es lo mejor de lo mejor: la pura y santa verdad. Disney-Dios. Capaz que por eso la gente prefiera tener gatos cuicos y blancos y no negros, arrabaleros y populares como yo. Como pueden ver, queridos blogueros, me pegué la misma lata de mis padres… me zampé la película completita. Medio me enamoré de la blanca “Duquesa” y medio me identifiqué con el arrabalero y súperheroico “Tomás O’ Maley”. Un gato de baja categoría, medio colorín que se las daba de alto nivel gracias a su experiencia y “donjuanismo”. Una cataplasma si lo comparan con un gato como yo. Más que arrabalero, insular, gordo y negro. Nada de gatos colorines europeos, si no que de sudacas de la profundidad del pueblo insular… Si entienden esta entrada como resentida y clasista: no se preocupen. Es verdad. Parte de la envidia que me dio no ser el engrupidor gato negro, gordo y grande que tuvo y tiene a sus pies a la blanca, guapa y cuica “Duquesa”. Cuestión de clases que gatunamente no sirve para nada. A fin de cuentas -y el consuelo es siempre el mismo- el gato real c’est moi! A votre sante cheri O’ Maley.

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